viernes, 30 de noviembre de 2012

Mas de Carlos Montefusco

"Cumplidor el Malevo"
¡Que heladita cayó mi amigo!








"Diez años entre infieles"

Huir de la justicia, o por razones políticas, podía ser la razón, para que un criollo de antaño decidiera cambiar su vida al refugiarse entre los distintos asentamientos indios que se hallaban en el desierto, mas allá de la línea de fortines. Algunos de estos hombres cobraban notoriedad como integrantes de aquellos pueblos indígenas, como fue el caso del coronel Baigorr
ia, quien vivió muchos años en las tolderías ranqueles formando su propia tribu.

El paisano retratado aquí, viste sus lujos gauchos en los que se aprecian una mestizaje igual al ambiente donde se desenvuelve su dueño. El chiripá de merino negro, la rastra es de las llamadas "del perro", motivo que aparece en una cabezada con bozalejo de plata que perteneciera al cacique Mariano. Las sogas son torcidas, de clásica confección aborigen. Las espuelas son de platería pampa, sencilla y bonita, fruto de los talleres indios. Los estribos, pequeños, para estribar entre los dedos, son de plata, conocidos como de "arco" o porteños. Lleva botas de potro, ajustadas con ligas pampas; y porta su facón al frente de su cintura, costumbre de muchos criollos e indios para compadrear cuando iban de a pie. Un detalle curioso es la carona de vaca que compone el recado de lomillo. Esta carona presenta un diseño logrado al raspar el pelo del cuero formando bonitos dibujos.




"El cantón"

Los fortines o cantones, avanzadas de los cristianos, estaban ubicados en la frontera con el indio. Alejados de las principales poblaciones sus ocupantes se hallaban a la buena de Dios, y a merced del ataque del enemigo.

Su única defensa era un foso, un muro de barro, y si había madera un cerco de palo a pique, además del infaltable mangrullo.

Diariamente se despachaba un explorador a recorrer en busca de novedades (descubierta).

Estos precarios asentamientos fundados por milicos, son hoy en muchos casos pujantes ciudades de nuestra llanura.






"Ara vaí"

Che renoi la patrón, sí sí me llamó el patrón, agarré caballo, el cabos negros que es bien guapo y me largué antes de que me agarre la tormenta; me siguió la barbucha. Pa´ cortar camino fui costiando el estero, por el monte de curupíes.
En el viaje me acordé de unos cuentos que me hacía mi padre, de cuando él y el hermano fueron a trabajar a una estancia en Buenos Aires. Ganaban bien, p
ero quisieron volver al pago, y aquí estoy.
Suerte que le gané a la lluvia. La barbucha se durmió una siesta después del viaje.

"Leandro Verón se descolgó suavemente del nochero en la puerta del corral y sin abandonar
las riendas, colocó una tras otra las trancas de palma."
Justo P. Saenz (h), "Corrientes"
 — conAgropecuaria Reconquista.





"Cuidao con ese fierro"

En el tiempo antigua, las yerras eran algo grandioso. Hasta el más pobre tenía tropiya. Se arriaba la hacienda tuita la noche por esos pajonales y cañadones inmensos, a veces con heladas machazas. Se paraba rodeo en campos sin alambre. No había montes ni nada.
La hacienda era tuita crioya, chiquita y muy aspuda.
Había que ser muy jinete.


"Viniendo del 25 pa` General Alvear, me avisó el bolichero de "El Parche" de que en "El
Mirador" de Olaso había yerra y que iban a ocupar gente. Tonce yegué."
Rafael Darío Capdevila, "Cuentos del Caminante"







"En el jagüel"

En la estancia sabía haber cuadrillas grandes de avestruces. Estaba pruhibido salir a bolear.
Se los véia caminar por los surcos comiéndose las plantas de máiz. La avestruzada aumentó
tanto que se nos dio permiso pa' correrlos. Aura se han achicao mucho las bandadas.

"La especie americana no esta exenta de la ley general, que prescribe a los animales de sangre
roja y caliente el uso del agua, con más razón a los muy móviles, y que deben sufrir, como el ÑANDÚ, dobles pérdidas.

Francisco Javier Muñiz, "Escritos científicos".

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