domingo, 2 de febrero de 2014

Festival Nacional de Jineteada y Folclore de Diamante 2014 (Completo HD)

Presentamos la 48º edición del Festival Nacional de Jineteada y Folclore. Una fiesta de la tradición campera y el folclore del litoral argentino que continúa hasta el 7 de enero. En esta oportunidad disfrutamos de la música de "Las voces de Montiel"; "Cumpitas", Carlos Santamaría, "Los hermanos Spiazzi" y los mejores payadores, jinetes y tropillas de todo el país. 
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Presentamos la segunda noche de la 48º edición del Festival Nacional de Jineteada y Folclore. Una fiesta de la tradición campera y el folclore del litoral argentino que continúa hasta el 7 de enero. En esta oportunidad disfrutamos de la música de Teresa Parodi, Carlos Santa María, Los musiqueros entrerrianos, y José Martín Figueroa. Además, los mejores payadores, jinetes y tropillas de todo el país
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Presentamos la tercera noche de la 48º edición del Festival Nacional de Jineteada y Folclore. Una fiesta de la tradición campera y el folclore del litoral argentino que continúa hasta el 7 de enero. En esta oportunidad disfrutamos de la música de Antonio Tarragó Ros, Ramón Ayala, Kalén, Los Huayra. Además, los mejores payadores, jinetes y tropillas de todo el país. 
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Presentamos la cuarta noche de la 48º edición del Festival Nacional de Jineteada y Folclore. Una fiesta de la tradición campera y el folclore del litoral argentino que continúa hasta el 7 de enero. En esta oportunidad disfrutamos de la música de Mario Bofill y Abel Pintos. Además, los mejores payadores, jinetes y tropillas de todo el país.
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La Carneada

Muchos de los sexagenarios de hoy han estado presentes en alguna de ellas, o quizás llegaron a degustar los productos derivados de esa faena o, al menos, escucharon historias de lo que sucedía en tales acontecimientos.
La carneada, esa actividad casi exclusivamente campesina, fue motivo de reunión de familias y vecinos que, tras ardua labor en equipo, compensaban todo ese esfuerzo con una buena provisión de fiambres para todo el año.
Vamos a contar cómo era una clásica carneada tal como la hacía el abuelo Gioanin, allá por la década del treinta.
La previa se iniciaba varios meses antes del hecho en sí, esto es cuando el abuelo elegía al lechón más sano y pintón -en una decisión basada nada más que en su experiencia y en su ojo clínico- seguida a continuación por la castración y posterior encierro del porcino en el chiquero.
Este lugar consistía en una pared de ladrillos de tres metros de largo y un metro ochenta de alto dando espalda al sur y dos paredes en sus extremos, de igual altura y en ángulo con la primera, apuntando al norte y dando al conjunto forma de "U".
Para evitar la salida del lechón y el ingreso de las gallinas -aficionadas a comer la ración del cerdo- el abuelo Gioanin había cercado el cuadro con tejido y, para comodidad del residente, techado con paja de lino la parte de mampostería.
Una vez instalado en el "chiquero" el "crin" (cerdo) comenzó de inmediato con su especial dieta a base de "semita" (cáscaras molidas de trigo) que, mezcladas con agua, formaban una pasta espesa que el animal devoraba ávidamente. Después el abuelo coció maíz en una gran olla, coló el agua del grano depositando a éste en tachos con tapa y proporcionándole, de allí en más, esa ración extra al, por ahora, chancho feliz.
Dosificaba diariamente la cantidad que le daba porque si sobraba grano se agriaba desperdiciándose dado que el señor cerdo no lo comía en tal estado.
Pasado un tiempo el "crin" estaba tan gordo que ya casi no caminaba y se pasaba las horas tumbado a la sombra del "chiquero". El momento había llegado.
Está en su apogeo el invierno y el abuelo Gioanin revisó el Almanaque Bristol para ver en qué momento la Luna estaría en cuarto menguante para determinar exactamente el día del gran evento.
Entonces fijó la fecha.
La primera medida que tomó fue salir con la "volanta" para avisar a parientes y vecinos con la intención de asegurarse la ayuda necesaria. El resto de la familia se puso en movimiento.
Los hijos comenzaron a amontonar mucha leña en el galpón para que se mantenga seca; la abuela y las hijas se dedicaron a lavar prolijamente mesas de madera y las "brunssa" (ollas) a utilizar.
El abuelo partió nuevamente con su "volanta" rumbo a Rafaela para comprar, en diferentes negocios, las bolsas de sal gruesa, las "nus muscá" (nueces moscadas), "pever" (pimienta), "chió ëd garòfu (clavo de olor), hilo choricero, madejas de tripas, "salnit" (salnitre o nitrato de potasio), harina para hacer "frichei" (pasteles) y por último varios litros de vino tinto, fernét, vermuth, "grappa", algún licor para las mujeres y refrescos para los niños.
No olvidó adquirir dos juegos de cartas para jugar al "tute" o a la "brisca" y le agregó un nuevo par de bochas de madera de las rayadas.
El dia de la carneada
Temprano en la mañana la familia comenzó a preparar los tachos llenándolos con agua y a disponer las ollas a usar.
Se trajo la leña y se acomodaron las mesas.
A media mañana las polvaredas en el camino y el ladrido de los perros anunciaron el arribo de las "volantas" y algún "fortachín" (Ford T) trayendo a quienes habrían de participar en la faena como expertos colaboradores.
Pero no era cuestión de empezar así nomás la cosa; antes se hizo un suculento almuerzo en el que todos participaron dando cuenta de los primeros litros de vino de los muchos que se habrían de contabilizar de allí en más.
A la una de la tarde el abuelo Gioanin se puso el "caplin" (sombrero de paja) y salió al patio donde dio fuego a la leña que, mezclada con marlos de maíz y bosta de vaca seca, a poco ardía como el mismo infierno.
Colocaron entonces sobre ella las ollas con agua y esperaron que comenzara el hervor.
El cerdo dormitaba emitiendo sus últimos ronquidos sobre la faz de la tierra cuando el abuelo Gioanin, arrastrando un carrito de cuatro ruedas, llegó con sus secuaces a la puerta del chiquero.
Rápidamente enlazaron al animal y, haciéndole abrir la boca, le introdujeron en ella una soga con un palo - llamado "muriau"- que, actuando como un torniquete, lo amordazó para evitar que mordiese.
Cargado sobre el carrito, de costado, le ataron las patas y lo llevaron al patíbulo donde un experto verdugo o "chuseador" cortó la yugular del infortunado "crin".
El abuelo colocó rápidamente un balde debajo para recoger la sangre que un chico comenzó a revolver continuamente con un palo de escoba para que no se "corte", ya que la necesitaban para hacer las morcillas.
Una vez muerto transportaron al cerdo hasta donde se encontraban las ollas y comenzaron a bañarlo con agua caliente. Enseguida dos o tres vecinos provistos de filosos cuchillos procedieron a afeitar la dura pelambre del animal hasta dejarlo completamente pelado.
En el galpón habían instalado un aparejo de sogas pendiendo de un tirante y hacia allí lo llevaron a continuación.
El abuelo Gioanin practicó agujeros justo en el codo de las patas traseras por donde pasó las sogas del aparejo y a poco el pesado "crin" pendía verticalmente de él con el hocico a medio metro del suelo. Con otro buen lavado en abundante agua tibia y la posterior colocación del carrito para que oficie de estrado, se inició el faenamiento propiamente dicho.
Una vez abierta la panza, de arriba abajo, dos ayudantes colocaron las vísceras sobre bolsas de arpillera limpias para luego acomodarlas sobre las mesas y proceder, con más agua caliente, a lavarlas prolijamente.
Las tripas, cortadas en trozos de ochenta centímetros fueron dadas vuelta, para que su interior quede afuera y volvieron a ser lavadas.
Mientras tanto el cerdo, mediante un gran serrucho, era partido en dos medias reses.
El tío Giaco, uno de los más fuertes de los presentes, cargó sobre sus hombros una de las mitades de alrededor de cien kilos de peso y la llevó al otro galpón, donde la depositó sobre la limpia mesa de madera.
El abuelo pasó la "chaira" a su cuchillo y comenzó a cortar del lomo del cerdo lonjas de quince centímetros de ancho y un metro de largo y un espesor de hasta cuatro centímetros y las fue depositando a un lado para que se endurecieran a la fría temperatura ambiente. De estas tiras saldrían los "dados" para los chorizos y el "lard" (tocino).
También cortó el "fratin" (panceta) y, del cogote, la bondiola.
Nueva afilada del cuchillo y comenzó el descarne conformando tres montones a saber; carne buena para hacer chorizos de primera, carne con nervio para hacer chorizos "cune" y la grasa que enseguida se llevaron las mujeres hasta las ollas para ser derretida.
Lo que quedaba en el fondo de estas ollas, una vez extraída la blancuzca grasa fundida, eran los "grasëte" (chicharrones) utlizados después para la elaboración de ricos panes especialmente apreciados por los chicos. Buena parte del día se había consumido en estos menesteres, y varios litros de vino y grappa también.
Había llegado el momento de hacer los chorizos.
Eaboracion de los chorizos en grasa
Dos de los presentes arrimaron "la máquina".
Este aparato triturador de carne a la que previamente le colocaron la "griya" (rejilla) y la cuchilla adecuada, funcionaba haciendo girar un gran volante provisto de una manivela que puso a prueba la fortaleza y el aguante de quienes se turnaron para lograr una buena cantidad de carne picada.
Mediante un "scandai" (balanza) colgada del techo, el experto en la preparación del "cumau" (masa) - que era el "barba" (tío) Pinoto- pesó meticulosamente la carne para determinar por cálculo la cantidad de sal, pimienta, nuez moscada y clavos de olor que debía incorporarle.
La medida de peso que utilizaban todos, incluido Pinoto, era la "aruba" (arroba) equivalente a 11,502 kgs. Por lo tanto por cada arroba de carne picada él estimó incluirle 300 grs de sal, una cucharada de pimienta, otra de nuez moscada, otra más de clavos de olor triturados y "salnitre", este último producto para que se conservara y, a la vez, secara más rápido el chorizo. Calcula además que a cada "aruba" se le debe agregar 1,500 kgs de "dados". Y ahora sí... a amasar se ha dicho!.
Algunos chacareros eran partidarios de preparar esta masa con 60% de carne de cerdo y 40% de carne vacuna para así obtener una mayor cantidad de chorizos, pero esta no era la modalidad del abuelo.
A fuerza de brazos la masa está lista y el tío Giaco ya retiró de la máquina la "griya" y la cuchilla para colocarle el embudo. Tres expertos, el abuelo Gioanin a cargo del balde con las tripas sumergidas en agua tibia, Pinoto preparando las "bochas" de carne picada y Giaco el fortachón a cargo de abastecer la máquina y dar vuelta el volante de la misma, eran los encargados de hacer los chorizos. Y comenzó el proceso. Gioanin calzó la tripa en el pico del embudo y la mantiene sujeta. Pinoto acercó la "bocha" de carne y especias a Giaco quien las introdujo con una mano en la boca de la máquina -tratando de que no ingrese nada de aire- mientras con la otra hace girar el volante.
Una vez embutida la masa en la tripa de ochenta centímetros de largo el abuelo la desconecta del embudo, la pasa al otro lado de la mesa donde Vigio y Tuñin ofician de hábiles atadores. Con rápidos movimientos los atan en casi exacto largo de veinte centímetros cada uno.
Las manos diligentes de los nietos de Gioanin llevan cada tira terminada a la "crota" (semi-sótano) y las cuelgan del "perchero", donde habrán de quedar secándose unos veinte días. Esta acción sincronizada de los tres "choriceros" se repite entre cantos, risas, bromas y más litros de vino y grappa hasta agotar la totalidad de la masa.
El proceso de elaborar los chorizos para poner en grasa, hacer los de "cune" o codeguines, las morcillas, preparar la panceta, la bondiola y otros derivados insume dos días como mínimo lo que impone una cena y dos almuerzos.
En el segundo de los almuerzos ya daban cuenta de los nuevos chorizos, que las mujeres presentaban hervidos, además de los panes de chicharrón y las fuentes de "frichei" que, espolvoreados con azúcar, servían de postre.
Después continuaba la sobremesa con juegos de cartas, de bochas y más canciones.
Al fin, terminada la faena, lavados y guardados todos los elementos utilizados, comenzaron a retirarse los cansados colaboradores con sus mejillas y sus narices coloradas, alegres, llevándose cada uno de ellos la "tasta", el pago que, sin contar lo que portaban en sus estómagos, consistía en una tira de chorizos de "los buenos" y otra de codeguines más la promesa del abuelo Gioanin de ir a ayudarlos en sus propias carneadas.
Cuando pasaron los veinte días de rigor el abuelo bajó a la "crota", revisó las tiras colgadas que habían dejado de gotear gracias al "salnitre" y al frío bastante seco de ese invierno, y entonces tomó la última decisión.
Arrimó varias latas vacías de nafta "Texaco" bien limpias y fue acomodando dentro de ellas, en filas superpuestas y alternadas, los chorizos hasta completar el total.
Estas latas, de forma cuadrada, admitían justa y apretadamente los chorizos, de allí la importancia de los veinte centímetros de largo al atarlos. La razón era no dejar grandes espacios vacíos en ellas porque luego, cuando volcó la grasa bien líquida hasta cubrirlos, evitó un consumo excesivo e inútil de la misma. Ahora sólo quedaba esperar algunos días para probar el supremo y más famoso manjar de los abuelos gringos: el chorizo en grasa.
Y bien, así era una carneada de las de antes que, con algunas variaciones, según mandaban las costumbres de cada uno, se practicaba en nuestra zona.
Es mi deseo que esta narración ingrese en la memoria escrita de Rafaela y sirva como un homenaje a nuestros abuelos gringos antes de que el devenir de los tiempos modernos cubra con un manto de olvido a ellos... y a la carneadas.
El autor agradece a don Florencio Racca por los datos aportados.
Las palabras en piemontés están escritas por su fonética.
 Orlando Pérez Manassero
  La Opinión de Rafaela




La Milonga Campera




El origen de la milonga (milonga campera) se suele discutir. Se sabe, sin embargo, que contiene elementos afro en su constitución rítmica e influencias de danzas criollas y europeas llegadas aBuenos Aires y Montevideo a través de varias vías, principalmente de Perú, España, Brasil y Cuba. Se daba en aquella época el fenómeno que se conoce como "de ida y vuelta" ya que los géneros viajaban de América a Europa y viceversa sufriendo transformaciones y adaptaciones en cada región.

Tiene semejanzas con otros ritmos como la chamarrita, el choro, el candombe y la habanera. Se presume que aportó elementos al tango, que luego tomo la forma original de la milonga como subgénero propio.

La milonga campera integra la expresión campesina de la Pampa, de viejo arraigo, inicialmente cantada, aunque luego tuvo coreografía. Fue adaptada para incluirse en obras teatrales por fines de 1880. Hasta llegar a esto, la milonga tuvo un proceso largo.

En territorio que actualmente pertenece a España, aproximadamente en el siglo XII se ha detectado lo que podría ser el más antiguo antecedente de la milonga. En ese entonces, y en esas tierras, figuraba el compás alterno (6/8-3/4, es decir un ritmo constantemente cambiante), todo esto en la versión de Arcos de la Frontera del conocido “Romance de Gerineldo”. Géneros musicales posteriores de compás alternativo fueron la zarabanda (s.XVI) y su inmediata evolución, la tirana (s.XVIII).10

La tonadilla escénica –antecedente de la zarzuela- llevó el género musical denominado “tirana” a Cuba, donde evolucionó y adquirió características locales propias, además de un nuevo nombre: “guajira” (término que en Cuba significa «campesina»). En los viajes de ida y vuelta entre Cuba y lo que actualmente es España, la “tirana” convertida en “guajira” volvió a territorio actualmente español, más precisamente a Andalucía (zona donde se hallaba el principal puerto español de la época, el Puerto de Palos). Allí la guajira se aflamencó y esa variante de guajira fue la que llegó a Buenos Aires.11

Se estima que, aproximadamente, el arribo de la guajira aflamencada a Buenos Aires podría haber tenido lugar entre 1822 y 1830. En cuanto a lo musical, esta época se podría describir con la siguiente frase de José Antonio Wilde (médico del ejército argentino –quien estuvo en la Batalla de Caseros- y escritor: “…del cielo, décima y triste habíamos pasado por grado a las canciones españolas muy graciosas y de un estilo especial”.12 13

Este “parentesco” musical, también se podría apoyar en la similitud que hallaron Roberto Selles y Marcelo Oliveri entre la milonga pampeana y la guajira flamenca, la primera vez que oyeron una de estas últimas.14 A su vez, estas personas se dieron cuenta más tarde (tal y como escribió Roberto Selles en su libro “Historia de la milonga” (2004), que el español José María Salaverría ya había escrito escrito en “Tierra Argentina” (1910), lo siguiente: “Las milongas se parecen a las guajiras de Cuba”.

Podría representar otra prueba de esta, posible, genealogía musical la antigua milonga pampeana campera (anónima) llamada “La paloma indiana”, recogida y grabada por el folklorista argentino Mario Pardo. En esa grabación se advierte notoriamente este posible origen de la milonga. Además, se sabe que esa canción es una guajira convertida en milonga.15

Por otro lado, la milonga más antigua (la cual no se denominó así en su momento) de la que hay registro data de poco antes de la Batalla de Caseros (1852). La misma habla del inminente arribo de Urquiza a Buenos Aires, y es conocida como "Milonga Rosista", la cual dice:


Dicen que viene del norte / las tropas del general;
con mucho galón dorado / que a Rosas quieren voltear / (…)16

Esta letra y la melodía existente, fueron extraídas de trabajos de la musicóloga Violeta Hemsy de Gainza, a quien se la comunicó la reconocida Adela Olivieri de Garrocha.17

El nuevo género musical llegado a la región pampeana, la “guajira acriollada" o "milonga antigua", no tardó en hacerse popular. De hecho, para 1854 era tan popular que, según Josué Teófilo Wilkes y Blanco: “…había pasado la época de cielitos y medias cañas. La milonga vino a suplantarlos…”. Prueba de la popularidad de dicho género musical es que, ya para 1860, “...los cantores de milongas parecían multiplicarse en la República Argentina”, refirió Sañudo Autrán citado por Vicente Gesualdo.18 Sin embargo, pese a la popularidad de este ritmo musical, parece ser que para los habitantes de la región donde se desarrollaron estos hechos (parte de la región pampeana argentina), el inconveniente fue reproducir el ritmo de 6/8-/4 (al cual estaban acostumbrados los guitarristas flamencos, pero no los guitarristas de mencionada tierra). La solución, según parece, fue interpretar dicho ritmo en un tiempo de 2/4 en vez de en un 6/8. Esto lo afirmó Josué Teofilo Wilkes y Blanco, y agregó que ese cambio se habría efectuado durante el decenio 1870-1880.19 De esta manera, la “guajira aflamencada” se había acriollado y adaptado con características propias de la zona, y así podría haber nacido la típica “milonga pampeana”.20

En algún momento, a los músicos de algún conjunto se les habría ocurrido tocar la milonga pampeana campera en alguna ‘milonga’ (en este caso, ‘milonga’ refiere al lugar donde se iba a bailar a finales del Siglo XIX, como refleja en algunos versos del Martín Fierro). Cuándo la milonga (que había nacido como canción bajo una melodía poco variable) se tornó bailable, los intérpretes decidieron (al estar no ya sujetos a la letra) estilizarla, y dieron así rienda suelta a su inventiva musical. A este tipo de milonga, principalmente instrumental (no a la cantable –que era la “milonga campera pampeana”- la cual continuó su curso independientemente), también se la solía llamar tango -aunque fueran “tangos-milongas antiguos”.21

Ya en el transcurso de las décadas 1880-1890, y en ese proceso de dar rienda suelta a la inventiva musical de ese género (el tango-milonga antiguo), los pianistas comenzaron a llevar a la milonga o “tango-milonga antiguo”, descrita anteriormente, al pentagrama. Hay que decir, que este ritmo se fue mezclando con el ritmo que estaba en pleno auge, el tango procedente del tango andaluz (aunque con influencias también de otros géneros musicales: (habanera, candombe, mazurca, vals, etc.). Todos estos ritmos, se fueron mezclando y evolucionando hasta dar lugar a lo que actualmente se conoce, simplemente, como “tango”.22 Con esto se puede comprender que la milonga campera dejó rastros en el tango. A partir de esto, más tarde se crearía la "milonga ciudadana".

Pese a la aparición de la milonga estilizada (la que era llavada al pentagrama con arreglos para piano), y posteriormente la milonga ciudadana, los intérpretes de los suburbios y los de la campaña continuaron con los ritmos tradicionales de milonga, la milonga pampeana campera.23

Por su parte, el considerado mejor payador de todos los tiempos, el afroargentino Gabino Ezeiza, fue quien introdujo el ritmo de milonga a la payada.24 El mismo Gabino, afirmó que la milonga (campera) proviene del candombe, el cual se formó a partir de viejos ritmos africanos.25 Hay que saber que Gabino Ezeiza era afroporteño nacido en San Telmo (un barrio de esclavos), y que vivió en una época en la que había un número considerable de afrodescendientes negros en la zona del actual Gran Buenos Aires; y que además, su maestro en la iniciación de la payada, Pancho Luna, también era afroporteño.26 27

En un reportaje al payador argentino Nemesio Trejo, hecho por Jaime Olombrada, y que fuera publicado en el periódico "La Opinión" de Avellaneda (Pcia de Buenos Aires, Argentina) el 15 de abril de 1916, Trejo cuenta:


"En 1884 era mi primera topada con Gabino Ezeiza, el más célebre de los bardos argentinos, y esa payada sirvió para hacer escuela. Por aquella época se cantaba por cifra, pero Gabino introdujo la milonga en esa oportunidad en el tono Do Mayor" y agregaba: "es pueblera (del ambiente ciudadano) ya que es hija del Candombe africano, y golpeando con los índices en el borde de la mesa empezó a tararear" tunga...tatunga...tunga..." para demostrar, fonéticamente, la vinculación de este ritmo con el Candombe.".

(Nemesio Trejo, tomado en un reportaje hecho por Jaime Olombrada)28

Teniendo en cuenta lo dicho por Ezeiza, además de que los esclavizados en Argentina fueron "carne de cañón" en las guerras (desde las guerras de Independencia hasta la Guerra de la Triple Alianza), y que Rosas simpatizaba con los afroargentinos y viceverza29 (compartían lugares a la hora de festejar los carnavales); es muy probable que entre esos lugareños que entonaban "guajiras acriolladas" o "milongas primitivas" (de quienes se habían burlado los brasileños del Ejército Grande de Justo José de Urquiza) hubiera afroargentinos, quienes le darían su toque propio a la milonga, influidos por el toque candombe porteño. Además, ha habido grandes payadores afroargentinos; amén del ficticio moreno del Martín Fierro. También fueron famosos los payadores y poetas Gabino Ezeiza (1858-1916) e Higinio Cazón. Por todo esto, es posible que la milonga calara fuerte entre los afroargentinos, y que ellos ayudaran a su difusión (tal y como lo hizo Gabino Ezeiza con su innovación de payar en ritmo de milonga), y a su evolución progresiva hasta que la milonga campera quedara completamente definida, como se la conoce en la actualidad. Otro importante payador afroargentino fue "el Negro" Juan José García.30 31 32

En 1886 "El Mundo Artístico" de Buenos Aires daba cuenta de la popularidad de este género en ambas orillas del Río de la Plata:33


La milonga es el canto popular de las repúblicas del Plata, original, de sentido eminentemente criollo... tiene algunos puntos de semejanza con las "saetae" que se cantan en Andalucía para el Viernes Santo...

Una curiosidad de la milonga campera, es que coexistió con la habanera, pero reinó en ambientes sociales muy humildes.[cita requerida] A su vez, en la última etapa de su desarrollo, se la solía llevar al pentagrama de la misma manera en que las habaneras eran escritas en el pentagrama, quizás por eso se la habría llamado "la habanera de los pobres".