Aunque ya retirado, “el caballo de la historia” de las jineteadas es todavía un motivo de enorme atracción.
Foto: Justo Giménez
CASCALLARES, Buenos Aires.- De él hablan en las materas y en las cocinas de estancia. Por él suenan las guitarras y lo nombran las milongas. Entonces, la leyenda gana el campo y su imagen se agiganta. Y él, cumpliendo sus increíbles 27 años, vive retirado tranqueando por la gramilla y sabiendo que su lomo no tuvo ni tendrá dueño. También sabrá que se acabaron las tardes de furiosas bellaqueadas y que su pelo quedó blanco por tantos años de escarcha.
Dicen que está viejo, y es cierto. Pero él se muestra altivo, valiente y arrogante. Se trata de El Zorro, “el caballo de la historia” de las jineteadas. El más fuerte, el más temido, el impar, el invicto. Aquel que “sacó volando” por arriba de su cruz a cuatro generaciones de jinetes. El mismo que ahora recibe visitas de chicos de las escuelas que quieren fotografiarse con él, pasar a un libro su historia, documentar en filmaciones su trayectoria.
Y su historia comenzó aquí, en Cascallares, cuando nació un tordillo oscuro que, por su cola medio blanca, rápidamente llamaron El Zorro. Nacía la leyenda. El flete comenzó a ganar fama y en 1978 se produjo el enfrentamiento por todos esperado. En el palenque lo esperaba el gran Tucuta Schan, el mejor montador de todos los tiempos. La cosa duró poco: en el segundo salto El Zorro se lo sacó de encima.
El caballo comenzó a convocar a miles de criollos en los campos de doma y por distintos lugares del país nadie podía con el invencible pingo de 640 kilogramos de músculos. Lo intentaron Ismael Santamaría, Chito Maldonado o Luis Romero. Si hasta el porfiado Coti Iparraguirre lo subió tres veces y en la última “salió dando rulos por el aire”, recuerda hoy su propietario, Omar Passarotti, que asegura que El Zorro jamás fue vencido:”Algunos se sostuvieron del tordillo colgados del pescuezo, pero El Zorro no era novia de nadie para que lo anduvieran abrazando. ¿No le parece?” Cuenta que cuando Rafael Otamendi intentó castigarlo con el rebenque, ya se encontraba en el aire. “Cuando fue a tirarle el chirlo, no lo vio más.”
Muchos de esos chicos que hoy se acercan a ver “el caballo de la historia”, saben que sus aulas fueron mejoradas por El Zorro y sus festivales benéficos. Incluso, en 1982, la actuación de El Zorro en Tres Arroyos recaudó plata destinada para los combatientes de Malvinas.
El caballo ya era el líder de la tropilla de Passarotti. “Cuando viajábamos -recuerda el dueño-, si él no bajaba primero del camión, no lo hacía ninguno. También, cuando no estaba en su campo, era reacio al agua ajena: si él no tomaba, no tomaba ninguno.”
Por montarlo, los jinetes cobraban entre 7000 y 10.000 dólares y Passarotti se llevaba el cincuenta por ciento de la recaudación. Que no era poco.
“La otra vuelta -sonríe pícaramente Passarotti- me preguntaron si éste era el Maradona de los caballos. Les contesté que el caballo no hablaba y que si Maradona no lo hiciera, también podría ser como El Zorro.” La campaña del caballo siguió adelante hasta la tarde triste de Tres Arroyos, el 11 de septiembre de 1983. Su montador, Carlos Aristegui, lo pidió en el palenque: “¡Largue!”, dijo el hombre. En un par de saltos El Zorro le quitó las riendas de la mano y Aristegui iba y venía sobre el lomo. Su pecho se encontró con la cabeza del caballo, su pierna se quebró en otra abalanzada y quedó colgado de la estribera. Carlos Aristegui murió esa tarde.
Años después, en Necochea, lo pidió Jorge Aristegui, el hermano de Carlos. Se juntaron 25.000 personas para ver el duelo. Para muchos, la venganza. “Hubo gente que quería desgarronar -cortarlo a la altura de los garrones- a El Zorro; eran los que hablaban del caballo asesino.” Tuvo que intervenir la policía. Después, El Zorro tiró a Aristegui en el palenque y en la otra subida, por fortuna, todo quedó convertido en una franca jineteada.
Con sus versos, el cantor Goicoechea le contestó a quienes querían matar al tordillo: “… Y tal vez que se arrepienta/el que oí que te decía/ “¡yo mismo lo mataría!”/y hoy me detengo a pensar/si un caballo iba a matar/¡qué poco gaucho sería!”.
El Zorro ya era un mito y a su dueño le ofrecieron llevarlo al exterior: “En Estados Unidos y en México no hay tradición gaucha”, contestó Passarotti. El merchandising de videos, remeras o llaveros comenzó a rodear al reservado y una tabacalera propuso ser su sponsor . El negocio no se hizo.
Tras haber completado 157 salidas en los campos de jineteadas, se despidió en Bragado, el 13 de abril de 1997. Esa población estalló en una ovación inolvidable.
“El tordillo de la historia/para siempre te bautizo/si hay algún olvidadizo/que refresque su memoria /lo dice tu trayectoria/que has marcado con nosotros/y en esta opinión me apotro/de tu laya no habrá dos/ porque zorro como vos/no creo que nazca otro.”
Y El Zorro está aquí, en Cascallares, blanqueado por el tiempo e imponiendo el respeto de un sabio anciano al que dan ganas de acercársele con el sombrero en la mano.
Mariano Wullich
Fuente:http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=119800
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