Dirección: Lucas Demare Año: 1942 Duración: 95 minutos ntérpretes:
Enrique Muiño Francisco Petrone Ángel Magaña Sebastián Chiola Amelia Bence Ricardo Galache Dora Ferreiro Elvira Quiroga Juan Pérez Bilbao Carlos Campagnale Aquiles Guerrero Roberto Combi Amílcar Leveratto Antonio Cytro Carlos Enzo Roberto Prause René Mugica Raúl Merlo Ricardo Reinaldo Alberto Contreras (h) Sinopsis:
En la provincia de Salta, durante la Guerra de la Indepepndencia, un Teniente del ejército español - argentino de nacimiento - resulta herido por las tropas del General Martín de Güemes. Es atendido en la estancia de una patriota, quien persuasivamente, le hará entender lo justo de la causa americana. Simultáneamente, los gauchos reciben ayuda del sacristán de una capilla, ubicada junto al asiento de las tropas realistas, quien finge lealtad al Rey y con el tañido de las campanas envía mensajes a los gauchos ocultos en los montes. Al ser descubierto, es atacado con violencia e incendiada su capilla. Ciego, sirve sin proponérselo, de guía para sus enemigos al campameto patriota. los gauchos son aniquilados pero el Teniente, sobreviviente del ataque,ve la verdad de la lucha gaucha y se alista en las tropas de Güemes, quien se prepara a dar batalla.
Es Oriental oriundo de Migues departamento de Canelones, pero actualmente, vive en la Argentina.
“Toda mi vida fui payador, comencé a improvisar cuando tenía 14 años, en esa época no vivia del canto y la guitarra como vivo ahora”; pero “payadas y contrapuntos hicieron que me entregara por escenarios para actuar”.
Expresó que: “no hay diferencia entre los orientales y los argentinos, porque tenemos las mismas costumbres, las mismas cosas, si puede haber una diferencia de palabra. Pero en la payada no”.
Hace 22 años que viene a la Rural del Prado, cada año la “encuentra mejor, con payadores jóvenes y muy buenos”.
Respecto a la figura de la mujer como payadora declaró:
“los hombres las aceptamos, pero es muy dificil payar con ellas. Siempre va a tener razón la mujer.
A mi se me hace difícil porque me gusta el contrapunto fuerte; y hacerlo con una mujer no me ha dado resultado, porque no tengo palabras para decir en el momento, que este contra de la payadora”.
“Comencé con el arte de payar en Uruguay, hace 45 años. Aprendí de payadores viejos como Héctor Gutiérrez, quien supo venir en algunas oportunidades a Diamante”, cuenta Ubefil. Y explica que el payador improvisa y “en los floreos detalla lo que ve antes y después de cada monta”. Además “se saluda a los amigos, se nombra a la gente que uno ve en el campo y también hay que saber de jineteada”, remarca don Concepción. “Hace 30 años que floreo y tengo otros 15 en los que anduve cantando milongas criollas y haciendo contrapuntos con distintos payadores”, precisa. Reconoce que el Tape Chaná, el payador que lo acompaña en cada noche diamantina, “conoce más detalles que yo sobre basto y encimera porque fue jinete de joven”. Recuerda que también supo montar alguna vez en tierra uruguaya, “pero allá el pihuelo, –que es la pieza metálica que sujeta y de donde giran las rodajas de la espuela– es largo y aquí corto y, en la categoría basto, en Uruguay se encilla con recado completo y acá es pelado nomás”, detalla. Ubefil narra que en épocas de San Martín y Artigas los payadores eran los periodistas que cantaban noticias de pueblo en pueblo. “San Martín lo tuvo a Falucho y Artigas a Joaquín El Negro Lencina, que según cuentan fue el primer payador”, informa el hombre de 66 años. Y cuenta que todos los fines de semana está en algún festival. Con orgullo afirma que en los últimos 20 años recorrió de punta a punta el país. “Me faltaría San Juan y Catamarca para haber cantado en todo el país”, apunta. Y sostiene que Diamante tiene uno de los mejores festivales del país. “Dicen que el mejor es Jesús María, pero no se parece en nada al de Diamante. Acá se eligen las tropillas, se convoca a los mejores jinetes y tiene el folclore de la gente de Entre Ríos. Diría que en Diamante está todo lo que quisiera otra fiesta y no puede tener”, expresa.
Nadie salió a despedirme cuando me fui de la estancia, solamente el ovejero, un perro, cosas que pasan. el asunto, una zoncera, un simple cambio e palabras, y el olvido de un mocoso, del que puedo ser su tata. y yo que no aguanto pulgas, a pesar de mi inorancia, ya no más pedí las cuentas, sin importarme de nada. no hubiera pasado ésto, si el padre no se marchara, pero los patrones mueren, y después los hijos mandan. y hasta parece mentira, pero es cosa señalada, que de una sangre pareja, salga la cría cambiada. los treinta años al servicio, pal mozo no fueron nada, se olvidó mil cosas buenas, por una que salió mala. yo me había aquerenciao, nunca conocí otra casa, que apegao a las costumbres, me hallaba en aquella estancia. si hasta parece mentira, mocoso sin sombra e barba, que de guricito andaba, prendido de mis bombachas. por él le quité a unos teros, dos pichoncitos. malaya!, y otra vez, nunca había bajao un nido, y por él gatié las ramas. cuando ya se hizo muchacho, yo le amansé el malacara, y se lo entregué de riendas, pa que él sólo lo enfrenara. tenía un lazo trenzao, que gané en una domada, pal santo se lo osequié, ya que siempre lo admiraba. y la única vez que el patrón me pegó una levantada, fue por cargarme las culpas, que a él le hubieran sido caras. zonceras, cosas del campo, la tranquera mal cerrada, y el terneraje e plantel, que se sale de las casas, y eso, pal finao patrón, era cosa delicada. y bueno, pa que acordarme de una época pasada, me dije pa mis adentros, todo eso no vale nada. sin mirarnos, arreglamos, metí en el cinto la plata, le estiré pa despedirme mi mano, pa que apretara, y me la dejó tendida, cosa que yo no esperaba. porque ese mozo no sabe, si un día de hacerle falta... tranqueando me fui haste el catre, alcé un atao que dejara, y me rumbié pal palenque, echándome atrás el ala, ensillé, gané el camino, pegué la última mirada al monte, al galpón, los bretes, el molino, las aguadas. de arriba abrí la tranquera, eché el pañuelo a la espalda, por costumbre, prendí un negro, talonié mi moro pampa, y ya me largué al galope, chiflando como si nada. nadie salió a despedirme cuando me fui de la estancia, solamente el ovejero, un perro, cosas que pasan...